
Al menos 67 personas, en su mayoría exmiembros de las fuerzas de seguridad del régimen de Bashar Al-Assad, han sido linchadas en acciones de venganza desde su caída hace poco más de una semana, según el opositor Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH).
El último caso se registró el lunes en la ciudad de Homs (norte), cuando dos hermanos, ambos militares, fueron «secuestrados y tiroteados» mientras iban a uno de los «centros de reconciliación» abiertos por el nuevo poder sirio.
El OSDH, que asegura que dos mujeres y dos niños figuran entre las víctimas, no descarta que «individuos desconocidos y células de los restos del antiguo régimen estén explotando el vacío de seguridad para crear caos y desestabilizar el país».
Las nuevas autoridades sirias no han reaccionado hasta el momento ante esta información.
«Centros de reconciliación»
Los «centros de reconciliación» han sido abiertos en distintas provincias sirias, el último ayer en Deraa (sur) para «regularizar la situación de policías, militares y de milicianos proiraníes» que apoyaban al depuesto mandatario.
El Mando de Operaciones Militares de las nuevas autoridades les ha exhortado a que acudan a estos centros llevando «todos los documentos y equipos en su poder y eviten facilitar información errónea, incompleta o falsa» bajo amenaza de persecución judicial.
A los no buscados por implicación en crímenes o corrupción se les otorga una «tarjeta temporal con la que pueden ejercer su vida normal y moverse por todo el país».
Sin embargo, parte de la población está huyendo ante el temor a represalias. La agencia de migración de la ONU (OIM) señaló que miembros de las numerosas minorías religiosas de Siria habían huido del país «por temor a amenazas potenciales».
«Decenas de miles» de personas han huido de Siria y «oímos que las minorías religiosas están abandonando el país», ha señalado la directora de la OIM, Amy Pope, subrayando que sobre todo los miembros de la comunidad chií huyen «porque están preocupados por posibles amenazas», en un país de mayoría suní, y ahora bajo el Gobierno de una coalición suní salafo-yihadista.

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